17 de octubre de 2013

Plie, gran plie y relevé.

Y así lo recuerdo yo...

Este año hemos empezado con las extraescolares...de las serias, de las que crean afición, de las que requiere desplazamiento en coche y horas muertas esperando (con el peligro de pasar por Amancioland y descuadrar las cuentas)...este año vamos a ballek.

Sí, acabamos de empezar y ya estamos ensayando la función de Navidad que será, atentas señoras, en la Gran Manzana.

Según Berrinches, y no le contradigan que es de fácil ídem, la función de ballek la harán en la Gran Manzana...

-Cariño, ¿no será en el Gran Teatro?
-Noooo (berreado, of course), en la Gran Manzana!!!!

Y sabéis qué os digo...que si hay que ir, se va y punto.


Mientras las espero recuerdo, porque está grabado a fuego en mi borreguil memoria, mi época de danzante, allá cuando una era infante y tenía la ilusión de ser contorsionista, milagrito de dios mediante.

Cuando era niña, pensaba que las medias, el mallot (porque sólo tuve uno) y mis super bailarinas harían que por una puñetera vez en la vida mis rodillas tocaran suelo mientras hacía la mariposa...o que mi pierna alcanzara los 90 grados de inclinación, paralela y pegadica a mi oreja y que acto seguido, en un grácil salto en el que cruzaba y descruzaba tres veces tres las piernas, cayera al suelo en una apertura en diagonal de piernas tan perfecto como nada doloroso.

Está de más decir que no lo conseguí...pero lo aclaro por si hay algún iluso en la entrada.

No me borré porque para fin de curso preparábamos un baile y vestiríamos unas faldas de raso y tul que quitaban el sentío...y para qué negarlo, porque tengo más moral que el alcoyano...y aun a veces, sueño con hacer la voltereta lateral. En días de sueño tonto, hasta con hacer el pino puente.

Porque no, nunca jamás, he podido dar una voltereta sin tener el convencimiento que mi cuello se partiría en cuatro...o en cinco si es menester.

Sí queridos lectores, soy la niña a la que le dolía la barriga cuando hacía gimnasia, fui la niña a la que le temblaban las canillas cuando veía una colchoneta en el gimnasio, por no nombrar al potro y a la madre que lo parió, que debió ser la yegua.

Gracias a los genes, mis hijas han heredado una gracilidad en los movimientos que evidentemente viene por vía paterna, al que no me imagino en mallas y tutú, pero qué narices, de él lo han heredado.

En próximas entradas, contaremos el devenir de los ensayos y los nervios maternales ante el debut de las bailarinas de ballek.



9 de octubre de 2013

El retorno.


Después de cinco semanas y un día de haber puesto fin a mi enajenado estado de holgazanería sin igual, que vagamente recuerdo entre nebulosas de olvido, y por tanto, de haberme zambullido a lo Esther Williams, enseñando dientes, en las profundidades del estrés postvacacional, que una sufre como buena exagerá, desde una semana antes de incorporarme al currele, decido, ea, dar por concluido mi parón bloguero y desenfundar mis gráciles dedillos, a la par que desempolvo teclas y rincones en el cerebelo, quién sabe, quizás sin explorar.

En mis vacaciones, puedo asegurar y aseguro que he sufrido el "Mea Burro Filius" en Re mayor hasta el punto de la locura más loca jamás padecida, que hasta mi ociosa paciencia ha dudado en volver a lo grande, a lo increíble Hulk, rasgando vestiduras y apretando dientes. Pero si algo me propuse al principio de mis deseado asueto estival fue ponerme verde de indigestión y no por una pérdida súbita de mi sereno y escaso temple.

Así pues, me he dejado llevar, cual alga de las profundidades marinas que baila con las mareas, por los variables estados de ánimo de mis pequeñas, que pasaban, allá en lo alto del ánimo mañanero de un "esto es lo más guay" o incluso "mamá eres la mejor" a un "mea burro" o un "eres la peor madre", mientras permanecía anclada en las raices de mi sereno propósito...con mi querido y fiel tic ocular aflorando.

Ya os contaba en otras entradas cómo, desafortunadamente, el idiota de las series americanas estaba haciendo mella en las cabecitas de mis hijas, razón por la que, en un alarde de fuerza sacado de lo más profundo de mi desgana, he prohibido por siempre jamás ver series-tontas, hecho o veto que me ha hecho perder popularidad y cariño en mis retoñas a la par que, como toda prohibición, ver de estraperlo a la montana y demás engendros de factoría, allá en casa de las abuelas, haya sido aún más interesante y molón que nunca jamás. Nota: para entradas posteriores, hablar de Violeta, vaya que no.

Hablando de mellas, mis hijas se han despaletado de forma natural, y de momento, y hasta que el incisivo superior dé la cara, vivimos en un temor continuo a que un diente titánico y espectacular selle tremendo hueco, porque iríamos directos al guinness de las paletas, de dientes evidentemente, las otras se encuentran en cuatro o cinco programas de la parrilla televisiva, en plena manifestación del lema patrio, "Dame pan y dime tonto".

Quede aquí reinaugurado mi regreso y pendiente por contar el inicio de curso y de ciclo, rememorando el momento graduación de infantil, fenómeno jamás contado en este blog y que prometo hacerlo, tan pronto como me recupere de aquella sin igual experiencia...

Mi estrés y mi nivel neuronal está inversamente proporcionado, por lo que, ah queridas colegas y demás lectores ocasionales que todavía osáis a pasar por el desierto de Babia, no prometo naica, ni un post semanal, ni mensual, ni trimestral... a la porra el SEO, el posicionamiento y la frecuencia regular de publicación...prometo un post cuando la locura me ciegue y necesite un rincón de desahogo.

Sed bienvenidas de nuevo a Babia y quede reinaugurado, ele.