Suele ser la cena un momento de sentimientos enfrentados.
A la noble hora de las 20:30, mi ánimo y mis fuerzas están con la luz de reserva encendida y al párpado al punto del esguince muscular.
Las revoluciones generadas por mis hijas, a esas prudentes horas, suelen estar como cuando vas a 90 km/h y en segunda, ruidosas.
Tiene esas noches cojoneras la cualidad de ser el día que te quedas sin estrellitas blancas para la sopa y sólo tienes de colores, para que devenga de la forma más absurda una hecatombe tan irracional como desquiciante.
Si a esta desastrosa causalidad le unes pescado blanco de segundo, señora mía, estás perdida.
Verán ustedes, acumulo en mi haber treinta y muchos años, no están todos los que son, pero son todos los que están, y creía que había sufrido, vivido y disfrutado todo tipo de conversación, pero creanme que hallar un hilo conductor sobre la estrellita de color y la estrellita blanca; la sinrazón de la repugnancia al colorismo; berrinches y preguntas...para esto, queridas, no estaba yo prepará.
Quién me mandaría a mí ser colorista, ay.
Y yo sé que esto, léase que mis hijas coman poco y mal, me viene en forma de castigo divino o del destino, que te las devuelve con efecto boomerang dónde y cuándo más te duele. Porque a infante puñetera no me ha ganado nadie ¡no señor!
Todavía con 18 años las lentejas me deban naúseas, me tragué mi primer garbanzo a los 24 y a día de hoy, no me hagan repetir la edad, no he probado una cereza porque tiene hueso y esto me lleva a la mayor de mis aversiones. Las olivas. Puaj.
Así que...¿por qué narices hago debate sobre el color de las estrellas?
¿Cuál es la razón de mi disgusto: educar; razonar estupideces; desvariar; lijar el ánimo hasta el punto del desgaste??
No señoras, la razón es ser madre puntoypelota.
Este tipo de madre es la antigua porquelodigoyoypunto que ha evolucionado como Pikachu, y ha acortado caracteres para poder tuitear su identidad sin que la corten, porque si algo irrita a la madre puntoypelota es:
-Una interrupción en su monólogo.
-Un debate sobre el menú.
-Un escolimado frente a un plato de comida dando arcadas.
Un halo de inteligencia, tan fugaz como productivo llegó a mí, y me hizo recapacitar si aquella star wars merecía la pena...por lo que, sin que sirviera de precedente, me olvidé de mi lado oscuro y acordamos un nipatí-nipamí, medio plato de sopa y el pescado. Y en falsa calma y tras dejar un firmamento de estrellas en mesa, azulejos y plato, tan naif como comestible, nos retiramos al baño a remojar los ánimos.